En el corazón de Huesca encontramos un lugar lleno de Historia: Monzón. Su caserío se encuentra donimado por los restos de un castillo, también cargado por el peso de siglos, reyes y los monjes guerreros. Hoy nos trasladamos hasta allí, de nuevo evocando la ocasión en que, años ha, pudimos acceder a su interior y pasear por sus estancias, absorbiendo toda la esencia histórica que emanan sus centenarios muros.
Ubicada en el Cinca Medio, Monzón fue sede regia, creado en 1089 para el futuro Pedro I de Aragón. A lo largo de los siglos cambió de incontables veces de manos. Árabes, cristianos, caballeros templarios, hospitalarios, las fuerzas franco-catalanas, en la Guerra de los Segadores, y, ya en el siglo XIX, por los franceses del mariscal Suchet, siendo reconquistado por el general Copons, merced al ingenio de Juan van Halen.
En su recinto se cobijó un niño rey, Jaime I de Aragón, antes de ceñir la corona, y albergó Cortes en varias ocasiones, entre los siglos XIII al XVII. En una de ellas recibió el rey-emperador Carlos I el cartel de desafío por parte de su acérrimo enemigo, Francisco I de Francia. Aceptada por el monarca, nunca llegaría a celebrarse.
Tras acceder a su interior y pisar las piedras del patio de armas, sólo queda entrar en cada una de sus estancias, recibiendo el magnetismo de los monjes guerreros y absorbiendo el aliento de la historia aragonesa.
Desde los muros exteriores del castillo, declarado Monumento Histórico Artístico Nacional en 1949, y Bien de Interés Cultural de Aragón en 2006, divisamos una impresionante vista de Monzón y de su término municipal.
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