jueves, 10 de septiembre de 2020

Castrillo de los Polvazares

A seis kilómetros de Astorga y  ligeramente desviado del Camino de Santiago, encontramos Castrillo de los Polvazares, una población en la que parece haberse detenido el tiempo. Hoy visitamos sus calles empedradas y sus tradicionales casas arrieras que conservan el ambiente de épocas antiguas. En ellas, incluso, encontramos el rastro de un emperador y las huellas de una importante escritora. 

Nuestra visita a Castrillo de los Polvazares se inicia en Astorga, de la que partimos siguiendo el Camino de Santiago. Entre medias visitamos la Ermita del Santo Cristo, en la que se sellan las credenciales a los peregrinos, y atravesamos una localidad, Murias de Rechivaldo, cuyo nombre nos evoca reminiscencias visigodas. 

Tras desviarnos levemente de la ruta jacobea, llegamos por fin a nuestro destino, dejándonos envolver por la historia que rezuman sus piedras. Se dice, así nos lo asegura un paisano que no dudó en contarnos algunas historias, que allí pernoctó el mismísimo Napoleón Bonaparte en 1810, durante el Sitio de Astorga. Lo que no supo decirnos fue en que casa se alojó el emperador francés.

No sería la única personalidad ilustre relacionada con la localidad. En una de sus casas falleció en 2004 Bronia Perlmutter, quien fuera esposa del cineasta francés René Clair. y también tiene su hueco entre sus calles, en forma de busto conmemorativo, la escritora cántabra Concha Espina, quien ambientó aquí su novela La esfinge maragata, viviendo durante unos días en la localidad, a la que renombró para la obra como Valdecruces.

Pasear por Castrillo de los Polvazares es, como comentábamos, retroceder en la historia. En sus calles empedradas, no aptas para cualquier tipo de calzado, se alzan recias casas en las que vivieron los arrieros que poblaban el lugar y que tuvieron su plenitud hasta que el ferrocarril, cuya llegada a Astorga tuvo lugar en 1866, supuso su declive y postrior desaparición. Algunas de estas casas lucen orgullosos blasones en sus fachadas, leyéndose en una de ellas quien y cuando la construyó: "LO HIZO D. FRANCISCO CRESPO. AÑO DE 1795".

Tras degustar, y disfrutar como se merece, un buen cocido maragato, cuyo origen se quiere situar en esta localidad, abandonamos Castrillo de los Polvazares, recordando que el pueblo no estaba originariamente en este lugar, siendo reconstruido aquí en el siglo XVI, después de que una riada destruyera el caserío original. ¿Donde estaba aquel primtivo Castrillo? Ya lo descubriremos y, quizás, visitemos su solar.

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