La calle de Alcalá cuando no era calle

Algunas de las principales calles de Madrid ocupan el lugar de antiguos caminos que, con los años, se conviertieron en carreteras y, posteriormente, a causa del incesante crecimiento de la ciudad, acabaron urbanizadas y transformadas en vías urbanas. Un ejemplo es la calle de Alcalá, en la que aún conservamos restos de este pasado carretero.

Por su trazado discurría, antes de rotularse con su nombre actual, la antigua carretera de Aragón, posteriormente renumerada como M-280. De aquel pasado nos quedan dos balizas kilométricas, señaladas con los números 5 y 6, correspondientes al sistema de señalización del Plan Peña, aprobado en 1939.

No son estos los dos únicos recuerdos del pasado de la calle de Alcalá como carretera de Aragón, del que nos quedan milgrosamente en pie dos pequeñas casas que han sobrevivido a la agobiante presión urbanística que nos ha robado numerosos edificios de gran valor, tanto artístico como histórico. Estas dos pequeñas construcciones son dos viejas casetas de peones camineros, auténticas reliquias que, afortunadamente, todavía podemos disfrutar.

Su ubicación se encuentran alrededor de los kilómetros 5,600, entre los dos hitos anteriormente reseñados, y 7,800, junto a la puerta de entrada a la Quinta de Torre Arias, ya en terrenos del antiguo pueblo de Canillejas.

Juntoa a estos restos del pasado carretero de esta importante calle madrileña, conservamos tres antiguos indicadores de la Cañada Real por la que, una vez al año, todavía cruzan Madrid los rebaños de ovejas. Dos de ellos se encuentran junto a la Puerta de Alcalá, aunque uno de ellos, retirado durante la reforma de la Plaza de la Independencia, fue recolocado posteriormente sospechosamente transformado, lo que hace pensar que se trata de una réplica con su leyenda toscamente labrada. El último de ellos, en las cercanías de la calle de Ayala, se encuentra muy deteriorado y borrada su inscripción. Hubo otro, cerca del cruce con la calle de Goya, hoy desaparecido.