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jueves, 7 de mayo de 2020

El Puente de Bizkaia

No es un puente colgante, aunque una archifamosa canción infantil así lo asegure. Su magnífica estructura de hierro permite que personas y vehículos salven la ría del Nervión entre las localidades de Getxo y Portugalete, cerca de la desembocadura del río. Se trata del Puente de Bizkaia, su denominación oficial, aunque popularmente reciba muchos otros nombres. Hoy recordamos el día que pudimos visitarlo. Ojalá que pronto podamos volver alli. 
Conocido, entre otros nombres, como Puente Colgante, aunque en realidad es un puente transbordador (el primero en funcionar en el mundo y uno de los ocho ejemplares que se conservan), fue construido entre 1887 y 1893 por el arquitecto e ingeniero Alberto de Palacio y Elissague (1856-1939), interviniendo en su diseño y construcción el francés Ferdinand Arnodin (1845-1924), con quien tuvo más de una discrepancia. 
El 17 de julio de 1937 sufrió los avatares de la Guerra Civil, siendo destruido el travesaño del Puente. Tras el fin del conflicto, el puente fue reconstruido, siguiendo su diseño origininal, siendo de nuevo inaugurado el 19 de junio de 1941, continuando en uso en la actualidad con las lógicas mejoras y modernizaciones obligadas por el paso de los años. Su longitud es de 160 metros y tiene una altura de 45 metros. Desde 1999 se puede acceder a la pasarela superior, desde la cual se divisan unas espectaculares vistas no aptas para personas con vértigo. 
Las barquilla actuales tienen una capacidad de 200 viajeros y 6 vehículos, moviendo una cantidad aproximada de 4 millones de personas y cerca de medio millón de automóviles. 
El Puente de Bizkaia, esa es su denominación oficial, fue declarado Bien de Interés Cultural el 17 de julio de 1984. Años después, el 13 de julio de 2006 recibiría la distinción de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. 
Continuando con la tradición de esta página, ofrecemos el  video siguiente, con imágenes de su espectacular estructura, en el que incluimos el viaje que tuvimos la ocasión de hacer. Y, aprovechando que estábamos allí, no dejamos pasar la ocasión de a que estábamos allí, no podíamos dejar de montar en su barquilla.

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