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sábado, 17 de agosto de 2019

Tras las huellas del Lazarillo de Tormes

El Lazarillo de Tormes es, son duda, una de las obras cumbres de la novela picaresca española. Su autor, del que no se conoce su nombre a ciencia cierta, demuestra, a tenor de las referencias que aporta en sus páginas, un profundo conocimiento de Salamanca, ciudad en la que se desarrolla la primera parte del libro. Hoy visitaremos aquellos lugares de la ciudad que, de un modo u otro, están ligados con este fundamental personaje de la Literatura española.

Comenzamos nuestra ruta de hoy en Tejares, una antigua aldea que fue anexionada a Salamanca en el año 1963. Allí, en la aceña de un molino en el que trabajaba su padre vino al mundo Lázaro González Pérez "dentro del río", como él mismo indica en la novela, por lo que recibió el mote de Lazarillo de Tormes.
¿Existió realmente este molino? Parece ser que sí, y que se encontraba cercano a la Pesquera de Tejares, hoy reconstruida y recuperada. 
Sin embargo también pudo serlo el molino ruinoso que se encontraba apenas 500 metros aguas arriba, y cuyos restos desaparecieron con la construcción del viaducto de la A-62 al caer uno de sus pilares en el mismo lugar en que se alzó el ingenio.
Tras enviudar, Antona Pérez, que así se llamaba su madre y a cuyo recuerdo se dedica una calle en su Tejares "natal", y su hijo se marchan a Salamanca, donde encuentra trabajo como lavandera y cocinera en el Palacio del Comendador de la Magdalena, que se alzaba junto a la iglesia de la misma advocación, en las cercanías de la Puerta de Zamora. Hoy día, ni la puerta ni el palacio se conservan. Si permanece en pie la iglesia, aunque modificada y reconstruida en siglos posteriores, por lo que no es la misma que "conociera" nuestro personaje de hoy.
Por esos días, ejerciendo el oficio más antiguo del mundo, Antona tiene un hijo con el negro Zaide, quien es descubierto robando y azotado por ello. Así, tanto Lázaro como su madre y su pequeño hermanastro abandonan el lugar y se trasladan al Mesón de la Solana, lugar que existió en la desaparecida Plaza de San Martín, cuyo solar ocupa parte de la actual Plaza Mayor.
Allí, junto entre las Casas Consistoriales y la calle del Concejo se abrió el desaparecido Mesón de la Solana, en cuyo lugar se abre la Cafetería Las Torres, heredera de aquel histórico mesón, en el que entraría al servicio del viego que le acompañaría en varias de las aventuras más famosas y conocidas de la obra. Ambos abandonarían Salamanca por el viejo Puente Romano, único lugar posible por el que se podía salvar el cauce del Tormes en aquellos años. 
Junto al puente se encuentra el Verraco, un toro de piedra, recuerdo de la presencia de los vetones, una antiguo pueblo perromano que habitó por estos lugares. Aquí sufriría Lázaro una de lecciones del ciego, que el mismo Lázaro nos relata en primera persona:
"Salimos de Salamanca, y llegando a la puente, está a la entrada de ella un animal de piedra, que tiene forma de toro, y el ciego mandóme que llegase cerca del animal y, allí puesto, me dijo:
- Lázaro: llega el oido a ese toro y oirás gran ruido dentro dél.
Yo simplemente llegué, creyendo ser así. Y como sintió que tenía a cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el dolor de la cornada..."
Aquí nos detendremos unos momentos, ante ambos personajes, inmortalizados en bronce por el escultor salmantino Agustín Casillas (1921-2019)en el año 1974.
Finalizaremos esta entrada, antes de dar paso al habitual vídeo con qye cerramos las entradas de esta bitácora, con una teoría, a todas luces descabellada: ¿Pudo ser el propio Lázaro González Pérez, nuestro Lazarillo de Tormes, personaje real en carne y hueso, quien novelara su propia vida e historia bajo la personalidad de un autor anónimo?
Ahí lo dejamos...



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