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miércoles, 2 de diciembre de 2020

La cruz de Puerta Cerrada

Marca uno de los lugares históricos de Madrid, límite de la villa medieval, donde se abría una de las puertas de la muralla que da nombre a la plaza en que se encuentra. Recuerdo de una época en que las cruces se encontraban por doquier y que, milagros de la Historia, sobrevivió hasta nuestro días. Es la Cruz de Puerta Cerrada y hoy nos acercamos a visitarla.

Vista de la Cruz de Puerta Cerrada desde la calle de Cuchilleros.

En pleno Madrid de los Austrias, se alza una sobria cruz de piedra, austera y sencilla, que preside la plaza de Puerta Cerrada. Construida en el año 1783 en piedra blanca de Colmenar, su pedestal sirve a la vez de depósito de agua, motivo por el que encontramos una puerta de hierro en uno de sus lados.

Portezuela metálica que oculta un depósito de agua

Ramón de Mesonero Romanos citaba que la cruz marcaba el lugar en que se abría la Puerta Cerrada, uno de los accesos de la muralla cristiana que ciño Madrid en el siglo XII. Sin embargo, el imprescindible cronista matritense erraba en este sentido, ya que la puerta, desaparecida después de sufrir un incendio en 1852, se encontraría algo más al oeste, en el espacio entre las calles de Cuchilleros y la Cava Baja. 

Rótulo cerámico, obra de Alfredo Ruiz de Luna, con la alegoría de la Puerta Cerrada y la crus delante de ella. 

Durante años, el incesante tráfico rodado de Madrid rodeaba la centeanria cruz, hasta que una oportuna y necesaria peatonalización ganó este espacio para el peatón. Como recuerdo nos queda la pequeña isleta sobre la que se alza el conjunto, hoy rodeada de vecinos y turistas. Sí desaparecieron, sin embargo, los cuatro bolardos que la guardaban, al igual que otros adornos florales que lustraban la base de la cruz.

La Plaza de Puerta Cerrada, presidida por la emblemática Cruz, bajo la que perdura la isleta que la protegía del tráfico rodado.

En 1805, el Corregidor de Madrid José de Marquina y Galindo, colocado por el todopoderoso Manuel Godoy y que a punto estuvo de ser linchado a la caída de este, ordenó la retirada de todas la cruces existentes en Madrid, amparándose en evitar posibles profanaciones. Esta fue la única en salvarse, tal vez a causa de su función hidráulica. Sea como fuere, apareció un pasquín en su pedestal alabando su supervivencia y denigrando a quien quiso que desaparecieran sus semejantes:

¡Oh Cruz fiel, oh Cruz divina, 

que triunfaste del pérfido Marquina!

Detalle de la Cruz de Puerta Cerrada. 

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