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miércoles, 14 de octubre de 2020

Las mirillas de la calle de Toledo.

Pasear por el centro histórico de Madrid, como ocurre en cualquier ciudad de cierta antigüedad, supone encontrar vestigios de épocas pasadas que habitualmente nos pasan desapercibidas por el vertiginoso ritmo de vida que nos hemos impuesto en nuestra época. Uno de estos restos los podemos encontrar en la calle de Toledo y, para verlos, sólo hay que mirar al techo de los soportales que se abren al inicio de dicha calle, junto a la Plaza Mayor.

Nos encontramos junto al portal del número 5. Al levantar la vista observamos dos pequeño huecos, hoy cegados, que antaño tuvieron una gran importancia para los habitantes de la casa durante la segunda mitad del siglo XIX. Quizás sean los únicos que queden de los muchos que debió haber en su momento.

¿Qué son estos huecos? La respuesta es sencilla: Se trata de unas mirillas que facilitaban al propietario saber quien llamaba a la puerta sin necesidad de bajar las escaleras, retirando una trampilla de madra que las cubría. Si el visitante de turno era conocido, o convenía abrirle la puerta, el habitante de la casa bajaba las escaleras para dejarle entrar. En caso contrario, bastaba con no hacer caso al que llamase, dejando que se marchara.

Con el paso de los años, y los sucesivos avances tecnológicos, dejaron de tener utilidad y muhas de ellas desaparecieron en las restauraciones y reconstrucciones que sufrieron los edificios en que se se abrían. 

Estas mirillas no son exclusivas de Madrid, ya que fueron habituales en plazas y calles soportaladas de la vieja Castilla. En la calle Mayor de Alcalá de Henares o en las inmediaciones de la Plaza Mayor de Valladolid encontramos varios ejemplos de estas viejas mirillas. Busque, improbable lector, por los techos de los viejos soportales, y el pasado emergerá cuando menos lo espere.


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